Helados en dubrovnik

Estamos acostumbrados a tomarnos las uvas para celebrar el nuevo año, que haga frío entonces y rodearnos de amigos y familia para celebrarlo. En realidad el año nuevo empieza en septiembre, sin darnos cuenta, sin avisar. No solo eso sino que lo recibimos solos, a diferencia de diciembre… o al menos no con seres tan queridos como la familia. Si año tras año sabemos que este momento llega, ¿Por qué tomarlo tan mal en lugar de celebrarlo como hacemos en invierno?

Celebremos lo bueno, la vuelta a la actividad, a la rutina -que falta nos hace-. Llega el fresco mañanero, las caras conocidas de desconocidos en el metro a los cuales has visto más veces que a muchos otros familiares, llega el parón de comer helados a discreción y saltarse el deporte semana tras semana.

Septiembre

En verano vivimos de otra manera, más mediterránea, más ‘Me da igual todo y me apaño con lo que sea como sea’ – esto engloba dormir poco, comer y beber mucho y vestirse con lo primero que pilles-. Se acabó. Todo eso se acabó. Vuelves a tu realidad, a la vida cotidiana y no hay mejor manera de celebrarla que con mucha emoción e ilusión, exactamente igual a la que tenías el 31 de diciembre a media noche.

Con mucho gusto aceptaremos con positividad este nuevo comienzo, porque septiembre NO es el lunes de los meses, sino el enero del año, porque un ‘Adiós’ es un ‘Hola’, como decía aquella canción… Porque vuelvo aquí y allí… y a todas partes.